No hay lugar para los desplazados. Si vienes de la Comuna, eres un delincuente; si no robas ahora, ya lo harás.

Esta es la actitud de gran parte de la población metropolitana frente a la gente de las Comunas. Y es que las Comunas eran (y algunas son) peligrosas, pero no por sus habitantes sino por sus ocupantes.

San Javier es una de las 16 comunas de Medellín, conformada por 21 barrios. Se encuentra en las laderas occidentales del valle y su historia está duramente marcada por la pobreza y la violencia.

Es difícil contar la historia de la Comuna 13 en poco espacio, especialmente teniendo en cuenta que no soy colombiano, pero lo voy a intentar.

Muy en resumen, San Javier empezó a ser habitado por dos grupos de personas: los que no tenían recursos y los desplazados. «Desplazados» son aquellos que vivían en un lugar y tuvieron que abandonarlo cuando algún grupo armado tomó el control de su tierra. Por ejemplo, en los barrios Independencia II e Independencia III la mayoría de población es afrocolombiana, desplazados por los paramilitares.

El gobierno no quería que se construyeran casas en las laderas, pero llegado un momento dejó de impedirlo y más adelante, la policía dejó de entrar en esas comunas. Eso generó espacios desprotegidos donde la venta y consumo de droga, los robos, las violaciones y todo tipo de violencia era común.

Para frenarlo se crearon las milicias urbanas, la policía oficiosa de las comunas. El problema es que el concepto de justicia se les acabó yendo de las manos y acabaron combatiendo los actos delictivos con pura violencia. Encontrar un «ajusticiado» en la calle, con un tiro en la cabeza, era algo común para los niños cuando iban al colegio por la mañana.

En este clima llegan los paramilitares, bajando desde la montaña. Estos ofrecen apoyo y armamento a las milicias a cambio de ocupar parte del barrio. Recordemos que la policía no entraba en San Javier. Los paramilitares consiguieron un punto estratégico de salida a la montaña, dirección norte, para sus negocios de narcotráfico. Las milicias pasaron así a formar parte de las AUC (Autodefensas Unidas de Colombia), grupo paramilitar de extrema derecha enemigo de las FARC y el ELN.

Estos dos grupos, FARC y ELN, acabaron entrando también en San Javier disputándose el territorio con los paramilitares. La comuna era un lugar estratégico y todos quería sacarle partido.

En mayo de 2002, el recién elegido presidente Álvaro Uribe lanza una operación armada de 12 horas donde, supuestamente, se perseguía expulsar a las guerrillas. La realidad es que murieron tantos civiles como guerrilleros.

El 16 de octubre de ese mismo año, el presidente, coordinado con los paramilitares de las AUC, ordena la puesta en marcha de la Operación Orión.

Las Fuerzas Militares de Colombia y la Policía Nacional con el apoyo de la Fuerza Aérea y los paramilitares de las Autodefensas Unidas de Colombia se enfrentaron a las FARC, el ELN y los Comandos Armados del Pueblo entre las calles de San Javier. Estas calles:

Calles donde vivían familias, niños que iban al colegio, adolescentes universitarios, adultos trabajadores,… y que fueron testigos y víctimas de una batalla campal sin precedentes.

El resultado: más de 200 heridos; cuatro militares, seis civiles y seis rebeldes muertos en combate; y, lo peor, 70 desaparecidos. Los paramilitares se los llevaron y escondieron sus cuerpos en La Escombrera, un gigantesco vertedero que usaban a modo de fosa común.

Para una parte de la población conservadora, la operación fue un éxito. En la comuna, 70 madres siguen buscando a sus hijos.

En total, fueron 20 las operaciones militares para retomar el control territorial en la Comuna 13. Primavera, Violeta, Otoño, Mariscal, Contra-fuego, Otoño II, Marfil, Prisma, Águila, Horizonte, Azabache, Horizonte II, Transparencia, Potestad, Náufrago, Antorcha, Orquídea, Turquesa, Saturno y Orión son los nombres de acciones en las que el Estado desconoció obligaciones recogidas en el Derecho Internacional Humanitario en temas como protección al derecho a la vida e integridad personal de los civiles.

No hay perdón hasta que reconozcan lo que pasó en la Comuna 13

Pero esta historia tiene un final, si bien no feliz, sí esperanzador.

El aislamiento que sufría la comuna se resolvió con una obra pública única en el país: las escaleras mecánicas de San Javier.

La construcción de la Casa de la Justicia, las canchas de fútbol y baloncesto, la inversión en el paseo, la apuesta por la educación y el apoyo a la cultura, arte y actividades creativas ha llevado a que los niños de la Comuna 13 ya no quieran una pistola, sino un libro de texto, un equipo de música o un bote de pintura:

Para los habitantes de la Comuna 13 no hay lugar en la sociedad; pero ellos se levantan cada día a trabajar, pintar, bailar o hacer de guía para unos cuantos guiris interesados por la historia del barrio. Y cuando los guiris nos portamos bien, incluso nos invitan a su casa a tomar un chocolatico.

La Comuna 13 no ha podido perdonar, pero tiene esperanza.

Una aventurilla de

Rayito

2 Comments

  1. Muy chulo el artículo tío. Y bonito. Un abrazooo 😉

    Javi
  2. Bueno Rayito, me ha encantado; increíble texto y fotos, un señor artículo en toda regla. No me puedo creer el trabajo en documentación… WOW! felicidades!
    Se me ponen los pelillos como escarpias imaginando el terror, pero lo más emocionante es comprobar cómo surge la esperanza de un pozo tan profundo cargado de odio y miedo!
    Esperando el siguiente…
    Cuídate mucho!!

    Eva

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