Ingleses y españoles se dieron fuerte y flojo en el Caribe, y si hay una ciudad que lo pruebe… es Cartagena.
La intensa semana en Buritaca terminó con un día de esos que a veces toca vivir cuando estás viajando, pero que son la gran peste: un día de buses.
Creo que no os había presentado a Bonny, ¿verdad? pues es mi mochila. Mi amigo Alfon, que viajó desde San Diego hasta la Patagonia (y tuvo, por consiguiente, que sufrir una batería ingente de preguntas por mi parte durante el Carnaval de Cádiz) me dijo que los mochileros le ponen nombre a su mochila porque se crea un vínculo especial.
Puede ser, pero yo os digo que mi mochila no me trae na más que inritasiones. Cada vez pesa más y va más petá. En cualquier caso… me pareció feo dejarla anónima y la llamé Bonny, por Anne Bonny, que no os voy a explicar ahora quién es.
Bueno, a lo que iba. Tras el Tayrona tuve que ir de Santa Marta a Buritaca a recoger a Bonny, de Buritaca volver a Santa Marta, allí tomar un taxi a la estación, luego un bus a Barranquilla y, finalmente, otro bus a Cartagena.
Quise morir. Ni caso a eso que dice Google Maps, eché el día entero. En fin… Al menos vi la estatua de Shakira…
La llegada a Cartagena fue otra odisea, que ahí no acabó la cosa. La estación de bus está lejísimos del centro, así que un taxi no era una opción. Busqué un bus que pudiese llevarme al centro pero claro… Al igual que la estación de Granada, el barrio donde se encuentra la de Cartagena es como pa no andar solo de noche y con una mochila.
Finalmente encontré el bus y un buen hombre me pagó el billete con su tarjeta de transporte. Me bajé en el centro y todavía tuve que tomar un taxi que se perdió y me sopló 8.000 pesos por un trayecto que debería haber costao la mitad.
Para rematar el día, ese hostal por el que había pagado 7.000 pesos la noche (2€ y pico) me demostró que pagar poco sale caro: una habitación minúscula con ocho personas, un ventanuco y un ventilador.
La siguiente noche la pasé en un hostal con piscina. Pa compensar.
A estas alturas yo ya había reservado mi tour con San Blas Adventures para cruzar a Panamá a través del archipiélago de Kuna Yala, así que me mudé al hostal desde el que salía el transfer oficial y pude dedicar tiempo a preparar el viaje y ver Cartagena.
Sí, preparar el viaje porque lo de San Blas tiene tarea. Ya hablaré de ello en la próxima entrada, de momento avanzo que, como no hay cajeros ni cerca de la frontera ni en las islas y hay que pagar buses, hostales, comida y el tour en metálico… pues…
… 1.800.000 pesos tuve que sacar del banco. Un millón ochocientos mil pesos colombianos. Millonario, picha. Millonario.
Otra cosa que necesitaba era comprar una copia de «Cien años de soledad». Cartagena iba a ser mi última ciudad de Colombia y allí fue donde inició Gabriel García Márquez su carrera periodística. Tras descubrir la vida costeña en Buritaca, necesitaba leer a Gabo.
Esta entrañable caseta-librería ubicada en el Parque del Centenario me solucionó el problema.
Ya era mía.
Ahora, a disfrutar de Cartagena.
El típico Free Tour, que arrancaba frente a la sede del Festival Internacional de Cine de Cartagena, me dio una buena perspectiva de la ciudad.
Fundada el 1 de junio de 1533 por Pedro de Heredia, la Cartagena de las Indias se convirtió pronto en un puerto clave para el Imperio Español y uno de los más importantes de América. Debido a esto, la defensa de la bahía se basó en un sistema amurallado con un gran castillo interior.
Y ser un lugar tan importante genera atención, especialmente a los ingleses, que esto de intentar joder a España lo tenían por deporte nacional.
Esa rivalidad alcanzó su clímax en el Sitio de Cartagena, el 13 de marzo de 1741. El almirante Edward Vernon lideró el mayor ataque naval hasta la fecha, solo superado posteriormente por el Desembarco de Normandía: 186 navíos y 31.400 hombres frente a los 6 navíos y apenas 3.000 soldados que protegían Cartagena.
Claro que entre esos 3.000 había un tipo muy listo.
El almirante Blas de Lezo. Un vasco tuerto, cojo y manco al que la leyenda precedía.
Al igual que en el caso de Anne Bonny, Internet os va a relatar mejor el Sitio de Cartagena, pero resumidamente Vernon bombardeó las defensas primarias que opusieron poca resistencia, replegándose el ejército defensor a la fortaleza de San Felipe de Barajas.
Vernon vio tan clara la victoria que mandó noticias de su hazaña a Inglaterra por correo. Se centraron en bombardear y una parte bordeó la fortaleza por la selva para asaltarla.
Claro, mediados de marzo, época de lluvias en el Caribe… los mosquitos reventaron a los ingleses, que se contagiaron de malaria y fiebre amarilla. Como no conocían la zona ni las enfermedades, los enfermos no aislados contagiaron a cientos de compañeros y tras varios intentos desesperados de asalto y varios miles de muertos, Edward Vernon ordena la retirada.
Perdió a tantos hombres que tuvo que incendiar 5 navíos por falta de tripulación.
Pero Cartagena es mucho más que un pasado bélico. Pasear por su casco histórico significa encontrarse con su fundador…
…, con nuestro escritor más reconocido…
… o con el suyo, claro.
También puedes toparte con el omnipresente Simón Bolívar, libertador de las actuales Colombia, Venezuela, Bolivia, Ecuador, Panamá y Perú.
Pero, sobre todo, puedes encontrar reflejos de ese gran puerto español, cuyos muros recuerdan a la piedra ostionera gaditana y cuyas calles respiran la sal del Caribe.